032 - Vuela vuela

Lee hasta abajo para ver la evolución del edificio más alto del mundo

Volar es una experiencia. Y como casi todas las experiencias modernas, viene cargada de privilegios, ansiedades, confusión y explotación capitalista. Volar, sin embargo, en su más pura esencia, es mágico. El hecho de estar suspendido en un tubo de acero, por horas a la vez y desafiando a las leyes de la gravedad —pero obedeciendo al Principio de Bernoulli— es tan adictivo que Cortázar alguna vez dijo “la literatura y los aviones, qué espléndidas drogas.”1

Sí. La aviación es uno más de mis (múltiples) hobbies, pero… entiéndeme: es quizá el que más pleno me resulta. Desde pequeño, para mí, la parte más emocionante de una vacación ha sido abordar el avión de ida y de regreso, aunque lejos están aquellas épocas en las que volar representaba la actividad con más glamour que un humano podía realizar, y tenemos que admitir que el futuro de las cabinas no se ve muy promisorio. (Gracias Derek)

Aún así, ahora que la gente está dispuesta a volar por primera vez en más de año y medio, en la agenda está determinar si la experiencia de un aeropuerto y avión post-pandemia apesta (spoiler: maso); si los aeroperros que detectan covid con el olfato son eficaces y éticos (spoiler: maso) y si viajar podrá, algún día, volver a ser divertido (spoiler… lo adivinaste: ¡maso!)

Todo esto, aunque irritante, toma segundo plano a la inimitable sensación de poder desconectarte del mundo al poner pie en un (¡cada vez más seguro!) avión. Y si eres como yo —y más del 60% de los viajeros— y no pierdes la oportunidad de escoger ventanilla, basta mirar por ella para comprender que, por un rato, todo es posible.

No te hace falta equipaje

Hold on, we’re going home 🏚

  • ⚡️ Si llegaste hasta aquí: Checa este vídeo con modelos 3D del edificio más alto del mundo a lo largo de la historia, desde 1901 y hasta 2022.

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